miércoles, 18 de agosto de 2010

COMO ESTABLECER LIMITES EN EL HOGAR

“Mi hijo no me obedece, no quiere irse a dormir, no se deja poner la ropa, se molesta cuando le digo que guarde sus juguetes, no quiere apagar la televisión, llora si le digo que haga la tarea, no se quiere levantar, hace berrinches…” y la lista continúa. Son algunas de las demandas que tienen los padres cuando no saben cómo establecer límites a sus hijos.

Sin embargo, todos sabemos que para la educación de nuestros hijos, una disciplina eficaz es muy importante para que puedan interiorizar los límites. Esto quiere decir que nosotros como padres, debemos tener las habilidades necesarias para poder establecer las reglas con firmeza, consistencia y claridad para que nuestros hijos puedan seguirlas.

¿Para qué sirven los límites?

Los límites, al igual que el cariño son una muestra de amor y preocupación por nuestros hijos, puesto que les da seguridad y al mismo tiempo los protegen, esto quiere decir que el niño tiene que sentir que la autoridad radica en los padres para poder sentirse verdaderamente protegido.

En un principio somos nosotros quienes ponemos los límites, luego, esa voz exterior que recibe por parte nuestra, poco a poco se convertirá en aquella voz interior que lo ayudará a tener mayor autocontrol, regular su propio comportamiento y más adelante, tener la capacidad de decir no, cuando se vea involucrado en situaciones donde se le pida hacer cosas que no está de acuerdo.

Es importante señalar que cuando hablamos de límites nos referimos únicamente a la regulación de la conducta y no a los sentimiento que acompaña determinada conducta, dicho de otro modo, podemos decirle al nuestros hijo que deje de ver televisión y lo podemos lograr, pero lo que no podemos impedir sienta cólera o llore.


¿Por qué a algunos padres nos cuesta establecer límites?
Esto puede ser por diversos motivos, como por ejemplo:
  • Inseguridad respecto al cariño de nuestros hijos. Queremos ser aceptados por ellos y pensamos que poniéndoles límites los alejaremos.
  • Sentimiento de culpa por parte de los padres. Pasamos poco tiempo con ellos y queremos compensar esta ausencia permitiéndoles todo.
  • Poca energía para enfrentarnos con nuestros hijos. Estamos cansados y queremos lograr que hagan las cosas, entonces cedemos pensando que la próxima vez nos irá mejor.
  • Falta de respeto entre progenitores. Que se traduce en la desvalorización de la opinión del otro y la lucha constante por tener la razón, nos contradecimos y el niño no sabe a quién obedecer.
  • Poca paciencia. Nos exaltamos rápidamente y recurrimos a los gritos, al castigo o nos damos por vencidos rápidamente.
No nos sintamos mal si algún día nuestro hijo quiere desobedecer las reglas que ponemos. Eso es NORMAL, porque está probando hasta dónde puede llegar y cuál será nuestra reacción si es que no hace caso. Es justo ese instante la oportunidad para demostrar la consistencia y firmeza en lo que decimos y hacemos. Ya que si cedemos, nuestro hijo verá dudas y nos costará mucho que luego él pueda respetar las reglas. Esto no quiere decir, que debe en cuando podamos ser flexibles, adaptando las normas a la situación, edad y necesidades individuales de cada hijo.

¿Cómo Establecer Límites?
El primer paso es mostrar seguridad y firmeza. Lo que digo y mi expresión facial deben decir lo mismo.
  • Recordar que ser firmes no implica dejar de ser cariñosos. Mi tono de voz indicará cariño, mientras mi expresión indicará firmeza.
  • Dar instrucciones claras. Frecuentemente decimos “pórtate bien” “no hagas eso” “quiero verte bien limpio”, etc., todas esas instrucciones son inespecíficas, ya que tienen diferente significado para las personas. En lugar de eso, procuremos darles normas más claras y concreta: “coge mi mano para cruzar la pista”, “lávate la cara, los dientes y las manos”. Esto nos dará mejores resultados.
  • En algunos casos, darles a escoger entre diversas opciones, como por ejemplo elegir qué ropa quieren ponerse, qué fruta quieren comer. Esta libertad les enseñará que si es posible que puedan elegir, rediciendo las resistencias.
  • Reforzar las conductas positivas, así nos parezcan pequeñas.
  • Sancione la conducta y no al niño. En vez de decirle “eres un desordenado” le decimos “es hora de que arregles tu cuarto” La palabra de los padres es como ley para el niño, por ello debemos prestar atención a lo que decimos y evitar ETIQUETARLO.
  • Evite sobreprotegerlo, ya que es una forma de decirle “eres un incompetente” La lástima promueve la debilidad, mientras que la comprensión promueve fortaleza.
  • Evite lo NO. Los niños obedecen más cuando les decimos qué es lo que tienen que hacer en un tono amigable, en vez de decirles que es lo “no” tienen que hacer.
  • Evite decir “quiero que…” ya que con esto estamos creando una lucha de poder. Por ejemplo, en vez de decir “quiero que apagues el televisor en este momento” mejor es decir: “es hora de apagar la tele e irse a dormir”.
  • Surgiera alternativas aceptables por ejemplo “no te puedo dar el helado antes del almuerzo, pero te lo puedo dar después. De esta forma somos comprensibles con sus deseos y menos arbitrarios.
  • Explicar el porqué de las cosas de forma clara, corta y sencilla. Antes de dar una larga explicación que puede distraerlo, manifieste la razón en pocas palabras. Por ejemplo: "No muerdas a las personas. Eso les hará daño"; "Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos".
  • Controle sus emociones. Recuerde la disciplina es enseñar a los niños cómo comportarse y no podemos enseñarles un buen comportamiento si es que estamos alterados.
    Recordemos siempre que nuestros hijos son grandes observadores y aprenden por imitación, y son los padres y la familia sus principales referentes: sea un ejemplo a seguir.

"Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón. Si aprietas mucho sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme lo mantiene seguro"

domingo, 8 de agosto de 2010

Fuerza de Voluntad y el Autocontrol

Cuando una persona logra algo en la vida a pesar de los contratiempos, solemos decir: Es que tiene “fuerza de voluntad”, es decir, consideramos que cuando alguien deja de hacer aquello que le gusta con tal de conseguir una meta es porque tiene “algo” llamado voluntad.
Esta frase puede ser un arma de doble filo, pues muchas personas suelen excusarse bajo esta afirmación cuando no pueden lograr lo que se proponen “es que no tengo fuerza de voluntad", es decir, aluden que no pueden controlar lo que les sucede, por lo tanto no tienen la culpa y no pueden hacer nada para remediarlo. ¿Quién entonces controla lo que nos ocurre?
Más allá de la fuerza de voluntad tenemos una herramienta muy poderosa para manejar nuestro comportamiento y conseguir nuestras metas, esta herramienta se llama autocontrol.
El autocontrol es una habilidad que nos permite dirigir nuestra propia conducta en el sentido deseado, aún cuando intervengan otros factores distractores. Por otro lado, la voluntad se refiere a la capacidad que nos impulsa a hacer las cosas que nos hemos propuesto, por encima de las dificultades, los contratiempos y del estado de ánimo. En otras palabras autocontrol y voluntad nos dota de la capacidad de tomar decisiones.
Citemos algunos ejemplos: Hablamos de autocontrol y voluntad cuando un niño se sienta a estudiar evitando ver la televisión, aún cuando están pasando su programa favorito, o cuando es capaz de postergar las ganas de comer esa torta porque habíamos quedado que lo haría después del almuerzo.
Las personas no nacemos con estas competencias, al contrario, la realidad nos muestra que somos por naturaleza impulsivos y expresamos nuestras frustraciones con rabia y desesperación. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida, en el hogar y en otros contextos, vamos adquiriendo estas destrezas a través del seguimiento de modelos y cuando somos expuestos a situaciones que incrementaran nuestra tolerancia a la frustración y autoeficacia.
Por ello, nosotros como padres estamos en la obligación de brindar a nuestros hijos situaciones donde puedan entrenarse en la adquisición de estas habilidades, para que a posteriori, puedan gozar de una vida saludable y adaptada.
¿Pero cómo lo logramos? Conseguir que nuestros hijos sean ordenados, estudiosos, alegres, sinceros, responsables y perseverantes en lo que se proponen, no es algo que exija un esfuerzo increíble, por el contrario, es algo sencillo que lo podemos lograr en el día a día, aquí algunos consejos:

  • Seamos un modelo a seguir. Nuestros hijos aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. En este sentido, los padrea actuamos como modelo emocional y conductual.
  • Establezca rutinas y horarios en casa (horas de comidas, baño, dormir; tiempo de jugar, tiempo de esperar, etc.)
  • Inculque hábitos saludables, aún cuando no sean del agrado de su hijo. Estos son necesarios para la consecución del autocontrol y la voluntad.
  • Dele responsabilidades, a través de ellas empezará a confiar en sí mismo y plantearse nuevos retos cada día.
  • Que termine las tareas que inicia. No sienta lástima, en vez de eso, dele ánimos cuando algo se ponga difícil.
  • No lo llene de regalos innecesarios, al contrario, enséñele a esperar las recompensas. Este es uno de los mejores ejercicios para fortalecen la voluntad y regular la propia conducta.
  • Edúquelo en el esfuerzo y en la perseverancia. Permítale equivocarse, es decir, evite darle todo hecho. A través de la experiencia deberá aprender a resolver problemas, buscar alternativas de solución y asumir las consecuencias de sus actos.
  • Enséñele a manejar la frustración. Para aprender a manejarla, debe experimentarla de vez en cuando, esto se logra cuando no siempre logra lo que quiere. Un buen padre no es aquel que lo complace en todo, es aquel que le enseña a esforzarse y dar valor a las cosas.
  • No lo sobreproteja. Esto quiere decir que cuando existe una conducta inadecuada, debe tener una consecuencia lógica firme y consistente.
  • Permítale que se equivoque. Que experimente la equivocación como algo que debe suceder en varios momentos y que se puede mejorar a través del esfuerzo.
  • Fortalezca la capacidad de esperar lo que se desea y que aprenda que existe un “después”. Por ejemplo, si quiere ver la televisión una hora más decirle que lo hará mañana.
  • Enséñele a no interrumpir y a esperar el momento cuando los demás no estén hablando para participar en la conversación. Es importante ofrecerle al niño suficiente atención para que él no esté “hambriento de atención”.
  • Fortalezca su autoestima a través del autoconocimiento realista. Esto se logra enseñándole a reconocer sus habilidades y debilidades, a partir de este conocimiento, logrará promover la perseverancia en las tareas más complejas.
  • Desarrolle habilidades para la solución de problemas pensando antes de actuar.
  • Potencie sus habilidades sociales. Que comprenda la implicancia que tienen sus acciones en los demás. Uno de las habilidades centrales en el autocontrol son el desarrollo del respeto y empatía hacia las demás personas, especialmente con los amigos.

“Nada hay imposible; caminos hay que conducen a esto. Si poseyéramos voluntad suficiente, contaríamos siempre con suficientes medios”.
(François de La Rochefoucauld)

“No siempre puedo controlar lo que pasa afuera, pero siempre puedo controlar lo que pasa en mi interior”.
(Wayne W Dyer)