Diversas investigaciones nos revelan que las experiencias afectivas
positivas durante los primeros años de vida, preparan al niño a enfrentar
situaciones difíciles y crear lazos afectivos duraderos y estables. Por otro
lado, el niño que no tiene una adecuada vinculación afectiva, crece con
inseguridad y desconfianza respecto a los otros. Estos hallazgos ponen a la luz la importancia
que tienen los vínculos afectivos que establezcamos con los niños y que una
relación satisfactoria con sus padres o cuidadores, contribuye a que éste se
sienta valioso y desarrolle una autoestima y una autoconfianza adecuada.
La psicoterapeuta británica Sue Gerhardt, en su libro “El amor maternal”
nos explica que la mejor manera de abordar las enfermedades mentales, incluso
la delincuencia y la violencia en nuestra sociedad, es ocuparnos de los bebes, puesto
que durante los primeros años se desarrollan muchos sistemas importantes en el
cerebro, especialmente los que utilizamos para gestionar nuestra vida
emocional. Concluye que la primera infancia es la base de la salud mental.
La paternidad es una actividad compleja que incluye,
además del amor, conductas específicas de los padres que tienen repercusión en
el funcionamiento psicológico y social de los hijos, estas conductas tienen que
ver con la puesta de límites como parte del cuidado integral de los niños.
Sin embargo, impartir límites constituye uno de los problemas más comunes que se observan en las familias
de esta época. Y es que parece que muchos padres tienen conceptos
polarizados en cuento a la crianza y la disciplina. Por un lado, están los
padres que piensan que tener un estílo controlador y autoritario es la mejor
manera para que los niños desarrollen responsabilidad y les vaya bien en la
vida y por el otro extremo tenemos a padres que por miedo a las consecuencias
negativas del autoritarismo terminan siendo permisivos.
Los límites, al igual que el cariño son una muestra de
amor a nuestros hijos, puesto que les da seguridad y al mismo tiempo los
protegen. Esto significa que como padres, debemos desarrollar habilidades
necesarias para establecer las reglas con amabilidad, firmeza, consistencia y
claridad para poder guiar a nuestros niños y que se sientan verdaderamente
protegidos.
La Dra. Jane
Nelsen, autora del libro Disciplina Positiva, nos explica que la disciplina
ejercida de manera democrática o positiva, ayuda a los adultos a encontrar un camino
respetuoso e intermedio que no es autoritario ni permisivo. Este tipo de
disciplina se sustenta en la base de un trato empático, respetuoso, amable pero
firme al mismo tiempo, que a largo plazo ayuda a desarrollar en los niños
valiosas habilidades sociales y de vida.
Si no estamos acostumbrandos a poner límites, es
posible que al principio sea dificil y vayamos de
un lado al otro, entre el autoritarismo y la permisividad. Sin embargo, hay
algunas preguntas que nos ayudarán a saber si estamos en la línea correcta: Esto
que estoy haciendo ¿Es respetuoso con mi hijo? ¿Lo ayudará a desarrollar
habilidades de vida? ¿Es respetuoso conmigo? ¿Es respetuoso con los demás y la
situación? ¿Es un castigo o una
solución?
Algunas pautas
a la hora de establecer límites con respeto:
- Recuerda que ser firmes no implica dejar de ser cariñosos. El tono de voz indicará cariño, mientras la expresión indicará firmeza.
- Practica el autocontrol. La primera persona a la que tenemos que controlar es a nosotros mismos.
- En vez de dar órdenes, haz preguntas que inviten a la reflexión, Jane Nelsen llama a esto “preguntas curiosas” (¿qué piensas respecto a…,? ¿qué sientes…?, ¿que has decidido…?).
- Habla menos y actúa más. Acércate a tu hijo y muéstrale lo que tiene que hacer.
- Crea rutinas junto con tu hijo y luego recuérdale qué es lo que habían acordado.
- Dale opciones limitadas, esto les dará la sensación de que no tienen que obedecer todo a rajatabla y que tienen la opción de elegir.
- Involucra a tu hijo en la solución de problemas. Esto lo motivará a asumir sus responsabilidades y se sentirán parte importante de la familia.
- Surgiere alternativas aceptables por ejemplo “no te puedo dar el helado antes del almuerzo, pero te lo puedo dar después. De esta forma somos comprensibles con sus deseos y menos arbitrarios.
- Usa el humor. A veces es la mejor solución en momentos de crisis y sirve además para detener la lucha de poder.
- Ponte de acuerdo con tu pareja. Ambos padres tienen que manejar el mismo estilo de crianza para no crear confusión en los hijos que inviten a buscar “al más bueno”.
- Expresa lo que sientes y hazte responsable de tus emociones.
- Por cada “malaconducta” que veas en tu hijo dale 5 apreciaciones de buenas conductas que observas en él. Véras cómo las malas conductas empiezan a desaparecer y las buenas a incrementar.
- Evita sobreprotegerlo, ya que es una forma de decirle “eres un incompetente” La lástima promueve la debilidad, mientras que la comprensión promueve fortaleza.
- No te olvides de siempre dar tu mensaje de amor y que éste llegue a tu hijo. Que tu niño sepa que tu amor hacia él es inconcidional.
- Antes de “corregir” una mala conducta, busca conectarte emocionalmente con tu hijo. Eso ayudará a mantener los vínculos afectivos en la familia y que podamos ejercer una gran influencia sobre ellos.
Tenemos que
tener claro que, si bien los límites son necesarios para el desarrollo de un
carácter firme y socialmente adaptado, una buena disciplina no es sinónimos de
gritos, castigos o golpes; éstos sólo producen dos tipos de resultados: o un
niño rebelde, agresivo e irrespetuoso de las normas de la sociedad, o un
niño/ña atemorizado, tímido, socialmente incompetente, carente de iniciativa,
fácilmente manipulable e incapaz de hacer respetar su propia individualidad.
Una buena
disciplina requiere de aceptación del niño/niña, amor, paciencia dedicación,
atención, consistencia, firmeza, autocontrol y flexibilidad de parte de los
padres. Ellos deben ponerse de acuerdo respecto a las expectativas, límites y
derechos del niño, y hacer que éstos sean expresados en términos adecuados a su
capacidad de comprensión. El reconocimiento atento de las buenas cualidades y
conductas aceptables, producen un mejor efecto que la crítica o el castigo ante
las conductas inaceptables.
Gina Graham